No se me ocurre una palabra
adecuada para tu cuerpo que es árbol
vivo, ni se me ocurre inventar
la paz que reina en el descanso del
amor.
No se me ocurre hacer un horario
de tus besos, ni se me ocurre siquiera
recordar cómo son las prisiones
bárbaras o las eternas.
No se me ocurre la voz, ni los
rasguños con que se descubren
los ardores, ni se me ocurre la
relación que pueda existir entre
los tiempos.
No se me ocurre decirte nada
ni proponerte la desnudez
no se me ocurre sacarme el sol del
pecho
ni ser el sueño de tus días y tus
noches.
No se me ocurre la basura del fracaso
ni aquella magia con que por primera
vez temblando te besé,
no se me ocurre alzar la mano para
despedirme; lo que creo que se me
ocurre
es esta mente puesta en ti, y esta mano
mía
en lentitud dando ropa a este papel.
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