Arena
hecha de lágrimas, sudor y anhelos
dibujados
en pequeños granos millonarios.
Palomas
de mis manos
dotadas
de una fortaleza increíble,
protegidas
contra vientos y mareas...
Circundan
gaviotas blancas, puras
el
firmamento de esta imagen tuya
que
convoco a fin de ser absolución.
Mi
voz eólica permanece imperturbable
para
protección de tu inocencia y desamparo.
Mis
brazos, rompeolas de la nostalgia y del olvido
favorecen
tu calma, tu estancia.
Estoy
lleno de peces y de aguas,
de
animales heridos, con furia...
Silencio
cangrejos
escondidos que comieron sueños.
Demos
gracias a los pelícanos vigilantes
de
mis ojos imposibles
que
vislumbran como un faro enloquecido
la
pequeña playa de mi pecho,
esa
pequeña playa que te guardo con cariño
playa
de ti, playa privada,
playa
de ti.
Tres
aros de plata perdidos
en un
anillo,
como
tres únicamente fuimos;
como
sólo una fue la vez
que
tus labios me dijeron
que
me querías.
Y
desde entonces vuelvo a ese
rencuentro
con tu imagen
que
aparece cual sirena en la playa,
nuestra
playa;
que a
tu partida se quedó
casi
desierta.
Ya
desde entonces,
cada
vez que alguno de nosotros vuelve:
volvemos.
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