Cuando estoy solo en
mi casa rentada
y los vientos se
acercan encadenados a mis paredes,
suelo acordarme de
todo,
adornando las
imágenes tristes y las bellas.
Trabajo, descanso,
tengo tiempo,
me esfumo como un
cigarro delgado,
lento, etéreamente
honesto.
Tengo a mis pies,
lagos y hondonadas,
amarillos arrecifes
con sirenas plateadas
que me cantan la vida
que aprecio.
No se entera mi pecho
de la soledad de mis
manos
que tanto ansían lo
que les falta.
Mis manos con sus
descargas eléctricas
se cimbran como
edificios y puentes
se encumbran como
edificios y puentes.
Las mira
detenidamente antes de cansarme
demasiado, cantarles
una canción
y mandarlas a dormir.
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