I
Imagínome sentado escribiendo.
Cerveza, semimareo, soledad.
A veces los pies se tiñen de un rojo
que no es tinta, que se resbala del pecho.
Ya nada se enciende en el cielo,
ya nada sé ni creo que se sepa.
Mi pluma, como siempre conmigo
tan honesta, tan yo con niebla
como los montes
como los centros
azucareros
como las matas
de café
de madera tan dura y tan blanca.
Me acuerdo de Efraín Huerta y me dan ganas
de buscar y leer su libro;
pero este espacio es mío
y creo que puedo compartirlo con él (QEPD).
He visitado las piedras por donde se arrastran
ríos de gente a ojos cerrados
y tuve hoy un beso a medios labios,
pero no me siento con el brío natural de los enamorados
y sí tengo cosquilleos y curiosidad,
pero nada más.
Todavía tengo una duda que se convierte honestamente
en una certeza: vivir solo:
(que si esto no es vivir solo, entonces,
no sé a qué fotografía se acerque).
Prosa:
Voces se mezclan al compás de arrulladoras voces y cantos que no sé por
qué se me hacen tan lejanos. He tenido la oportunidad de decir lo que he querido
sobre dios y sobre otras cosas divinas; y al final del día los segundos se acrecientan
y una vez más no sé por qué al llegar a ésta, mi casa, nada sucede ni creo que
importe.
No busco, temblando camino en los pasillos
que mi destino me ha trazado
y de los que no tengo fuerzas aun para desviar,
(honestamente soy el indefenso más miserable
que se ha visto en mi casa)
Estornudo como mi abuela y mi padre.
II
Veinticuatro canciones diferentes se me enciman
veinticuatro besos y nostalgias,
corazones que desdeñé, que destrocé,
que me destruyeron.
Veinticuatro razones para mantenerme de pie en mi soledad,
veinticuatro ausencias como cráteres dormidos,
como manos sudorosas frente a la nada,
como veinticuatro ciegos en mi cuerpo
retozando de imaginación y de vacío.
Basta.
Veinticuatro historias diferentes, poesía en números,
prodigiosas risas de milagrosa eternidad,
vastos besos, roja pasión, hirviente, profunda, sincera,
verdaderas frases católicas y comunistas.
Veinticuatro noches de cansancio y de
luz por el cuerpo de mujeres flotando; flotando
como burbujas que yo mismo lleno y veo
colorearse, volar, volar conmigo;
llevándome como un hijo de regazo y de pequeña edad.
Veinticuatro golpes que me han llevado ante el espejo
a descifrarme, a tratar de convencerme.
Veinticuatro días de salud y gozo que se
transforman en olores de mi cuerpo,
abiertamente extensas, alcanzadas llanuras esteparias,
sólidas plantaciones de hielo y vida,
cariñosas páginas de inspiración.
Así. Así me imagino sentado,
en espera de mis veinticuatro años
solo
y después de escribir
tan
solo y tan
acompañado.