jueves, 26 de diciembre de 2013

Chemin de la Louve





















Una ventana sencilla,
cualquier ventana,
en cualquier país,
me invita a conocer el infinito.

Día cercado y melodioso
te enciendes con tu canto acompasado
a las primeras voces de periódicos,
con autos que se prenden y rugen
de saber que está iniciando el día.
Las ventanas susurran a mi oído estos sonidos
mientras una sábana de luz mueve mi cuerpo
y me recuerda el inevitable deber de despertar
porque el dormir es impensable si se está viviendo.

Atardecer cayendo como manzanas maduras,
¿qué tan poco sé de ti y de tus encuentros?
permítele a los novios adolescentes
compartir un rato más largo entre tus manos
para llegar a casa con el olor del otro entre los labios
para suavizarla cara con un beso
para empezar el júbilo de la reconciliación.

¿Tú qué sabes de lo que es no dormir
por quedarse enojado?
¿Tú qué sabes de las veces que la noche nos despierta
con la electricidad de un mal recuerdo?

Si acaso reconocerás la fuerza de un eclipse,
el resplandor insofocable del sol en la sequía,
la marca diagonal de un jet sonoro
o el arcoíris curvilíneo que te embriaga...

Hoy has de ceder bajo mi voz
dejarás al padre divorciado estar más tiempo con sus hijos
dejarás llegar temprano y salvos a todos los que luchan y trabajan
dejarás brillar al sol un poco más en la cara de aquel niño que está ciego,
llevarás de mano al ángel que custodia la espalda de mi hija
le darás calor a aquella rosa que corté
brillarás de forma intensa ante las caras
de aquellas parejas que se gustan pero que jamás se han dirigido la palabra,
darás ganas a la gente de llamar al que está lejos
para no dejar pasar estos momentos.
Y cuando hayas terminado tus labores
te perderás entre la noche
para dejarme volver a la punta de mi monte
para cantar con alma y fauces

de frente al rayo claro de la luna.

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