Toma aire. Aguanta.
Suéltalo.
El cuerpo entumido y
moribundo se relaja
escribiendo el diario de
la agonía.
Todas las cosas vienen
cantando
melodías sagradas y
antiguas para el sueño.
(Caen como hojas surcando
el aire,
fusionando su estela con
el viento).
Levanta los brazos.
Sacúdete el sudor de la frente.
Presiona la herida que te
sangra.
Conviértete en la lágrima
de la primera doncella que
sufrió por amor.
Toma aire. Aguanta y
descansa.
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