Puedo estar sentado
escribiendo hasta las
cinco de la mañana.
Dormir.
Levantarme a las seis y
media
e iniciar el nuevo día.
Puedo leer un verso
enamorado
que me dé una imagen y
reír,
ver el rostro terso de mi
hija
adivinar entre sus ojos lo
que me quiere decir.
Puedo levantarme y
emprender camino,
besar a esa mujer que ya
pasó,
a un gato prometerle
eternidad,
buscar entre la noche a
alguna estrella mensajera
que te entregue un beso
mucho antes de dormir.
Puedo retener entre mis
ojos al ocaso
y en la laguna de tu
mirada reflejarlo.
Puedo hacer una estrella y
aprisionarla en esta migaja de pan,
puedo darte el tono de la
canción que más te gusta,
el primer arpegio que te
envuelva en el ayer.
Puedo.
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