martes, 27 de mayo de 2014

Duro silencio

Qué difícil es este silencio, porque a veces el eco en soledad se torna desagradable al repetirse tanto. Si estuvieras aquí podrías zurcir mis heridas, colocar las gasas por donde gotea la sangre que lleva escrito tu nombre; vendar con sutilezas el abismo en que tú faltas y que tiene tu tamaño y tu figura… Palpar la piel de la que te adueñaste como hiedra para comenzar de nuevo tu reinado; y subsanar los espacios que quedaron sueltos por tu ausencia.
Si estuvieras aquí me darías un beso en la frente porque fue también allí donde golpeé con mi caída. Tomarías la mano que amortiguó el golpe y en donde las piedras dejaron su marca dura. Si estuvieras aquí pondrías una cobija a los pies de mi alma adolorida; a los tirones que quedaron de mi alma sin ti.

Pero sigue siendo duro este silencio, mucho más que la entrada de la espada o el cuchillo, mucho más que la bala ardiente, mucho más que las caídas, mucho más que el puñetazo y que la ira; porque este silencio es la manifestación profunda de tu ausencia.

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