miércoles, 28 de mayo de 2014

Salvar la noche

La tímida calle revienta en luces multicolores,
porque no sabe qué hacer con tanto que le brota.
A punto de oscurecer, cuando la carne descansa de su día,
la fortuna no se asoma a más que se le solicite,
(curiosamente vendrá en el momento que se le antoje).

A punto de oscurecer, cuando las puntas del cabello solar
iluminan las copas últimas de los árboles despiertos,
la sonrisa comienza a brotar con una espera;
es decir, que también la espera en la sorpresa
es la viva imagen del porvenir.

II
¿Qué tiempo tiene de estos días?
¿A qué distancia no puedo perder tus ojos?
¿Cuál es la fuerza con que ajeno a mí, yo me detengo?
¿Qué es lo que han aprendido tus manos
que no se esfuerzan por tocarme?
¿Qué tanto he perdido yo que no puedo pensar
en otra cosa que no sea lo que has ganado tú,
que no te permite con una rabia precisa ir a buscarme?
¿A qué deshoras del mundo conviertes mis horas en vida?
¿Con qué energía del universo tú me atraes?
¿Cuál es el secreto de tu boca para callar la mía?
¿Qué cuerdas siguen atando tus manos que no me buscan?      

III
Salvar la noche es una declaración de tu existencia,
de lo mucho que yo no sé más que por ti,
de las millones de noches en que sé lo tanto que mi corazón te espera.

Hoy ha venido la lluvia repitiendo tu nombre en sus goteras,
hoy esa misma lluvia me ha hecho sonreír.

Hoy,
como desde hace mucho tiempo,
mi corazón no se cansa de decir que tú
salvas mi noche.


De vuelta

I
Vuelvo a mí después de ti,
sin ganas de llegar pero arribando,
con la carga de piedras y texturas,
el olor de tu carne florida,
la incesante ansiedad de tu recuerdo
que palpita y palpita en cada parpadeo.

Vuelvo a mi tierra ajeno de mí mismo,
intentando dejar de cantar tanto el silencio,
con los ojos cerrados de tu sueño
y la lluvia interior que no me deja.

Vuelvo a escribir para escribirte,
para decir aquello que guardaba,
para expresar aquello que me fragua.

Vuelvo a mi espejo diminuto
donde sólo se puede ver uno por partes,
intento conocer todas mis vías,
mis rutas, mis atajos, mis senderos.

Heme aquí, cara sencilla, 
bajo un atisbo que pudiera ser sonrisa,
los hechos dan sus mejores golpes, cual tormenta,
y el cuerpo los aguantará como trinchera en la batalla.

II
Qué larga la tristeza y recio el frío,
siento los ojos llenos de lágrimas que no lloran,
el corazón apretujado, pisado, lento,
la mitad de mí se muere a borbotones
y la otra mitad está temblando.

Había querido contar de mi tristeza,
con su cola que pesa,
la sequedad de su mirada,
el canto que calla,
la mano que no tiene fuerza
para seguir aferrándose a la vida.

Allá, en la otra orilla del desierto que soy
te encuentras tú,
quebrado vuelo,
suelo agrietado,
el derrotado que se mira en el espejo.

Estoy a la deriva,
sin rumbo fijo ni ancla a la que asirme,
fluctúo cual hoja en la caída,
caigo
y
nunca
acabo
de
caer.


El gusto de volver a verte

El gusto de volver a verte
pareciera innombrable
tiene júbilo de fiesta
y maravilla de descubrimiento.

Acercándote con tu cabello hermoso
y tu rostro al descubierto
vas avanzando y haciendo más feliz
esta certeza de volver a verte.

Bella
aire de bienvenida
tu voz es la canción que más me gusta
ninguna fotografía se asemejará a ti de cerca
porque tu presencia es el mejor sabor
que se le pudo haber ofrecido a
este gusto de volver a verte.

Verte
es el eco de ti
el verbo que te incluye en su conjugación
para cobrar nuevo significado
la acción se realiza porque existes
del mismo modo en el que yo me regocijo
con el mundo
por el gusto de volver a verte.

Verte es descubrir todo un sendero
que va desde mi playa hasta tu amanecer
el celebrar, después de la sequía,
que llegan las primeras lluvias
tener la respuesta a una vocación tan añorada
comprobar que los primeros trazos
formarán la casa que imagina el arquitecto
es la respiración de la otra persona antes del beso
es ver la luz del día en la ventana de aquel
que siempre se opondrá a morir.

Pero ahora que lo pienso
me gustaría dejar de verte
para tener de nuevo

el gusto de volver a verte.

Navío


I
Esto es cruzar los océanos:
alejarse del puerto donde uno nació y aventurarse,
alejarse cada vez más pero mirando hacia delante,
hacia la punta del navío,
el navegar con el timón en la mano
aunque a veces nos perdamos en alguna de esas noches
de alcohol y deriva marinera,
bajo cubierta
a la luz de unas guitarras y voces exclamando
la felicidad del viaje,
contando historias,
recordando amores,
extrañando a la patria:
Todo marinero quiere partir para volver;
para contar lo que ha visto,
para a abrazar lo que ha dejado.

II
Ser con el mar,
ser con el cielo,
ser en esa inmensidad cuyas corrientes
mantienen unidos a los continentes de la Tierra.

Ser marinero
golpeado por la soledad y por las olas,
acariciado por el viento y por el sol,
con la piel salada y el corazón
bombeando sueños al interior del alma.

Ser en la misma boca húmeda de la naturaleza,
jineteando en las mareas con un acorazado de metal,
extensión del cuerpo que flota,
de los ojos llenos de mar,
del suspiro que viaja,
del sueño que quiere llegar,
porque sólo aquel que comprenda las mareas
reconocerá la verdadera forma de la vida.

Estar a merced del mar,
de su agua que nadie bebe,
de su furia que nadie controla,
de su sonido orquestal,
de su humedad que purifica,
de su viento que inunda de libertad. 

Repeticiones

Las diversas estaciones de tu cuerpo,
la oración mil veces dicha,
el oleaje marino de tus besos,
el descanso nocturno de las almas
y el prodigioso amanecer de tu sonrisa.

La risa infantil, cuyos pequeños motivos
engrandecen los hechos de los días,
el incesante proceder del viento,
la incontenible cascada que desborda
y las palabras que tus labios me decían.

La fortuna de tenerte
y el dolor de dejarte diariamente.
La corriente subterránea de mi ser,
el eco puro del sonido
y la paz de encontrarte nuevamente.

La marea de tu amor,
el ciclo lunar de tus caricias,
el estribillo de tu pelo,
la ráfaga de tu verdad,
el prodigioso cumpleaños,
las tardes oscuras de la muerte,
el caudal de tus venas,
la constante y siempre repetitiva

belleza de volver a verte.

martes, 27 de mayo de 2014

Tus manos



Te fueron dadas tus manos
y se hizo el alimento de familias enteras
de generaciones distintas.

Tus manos bordando el tiempo
el tiempo escurriéndose entre ellas como agua
y su bordado dando luz a la vida.

Tus manos corrigen,
acarician los sueños y errores
de todos a los que también bendicen.

Tus manos son las celdas
por medio de las cuales el sol
te nutre de energía.
El sol se recicla en ti
en tu voz que por los años temblorosa canta,
en el dicho sabio de tus ojos,
en el suspiro que marcó nuestras infancias,
en la travesía sincera de un consejo.

Tus manos no se cansan de regar
el jardín de la familia,
por eso no se agota tu perfume
por eso no se agota tu belleza.

Te fueron dadas tus manos
para fundar raíces
para tocar ciudades con sus ramas
para entender al mundo
para celebrar con su bordado algún evento.


Para eso te fueron dadas tus manos.

Conchas de mar



I
La concha de mar tiene ondulaciones en la piel
como aquellos pequeños granos de arena
que brillan en tus ojos apenas los toca el sol,
son cristales que hacen juego en un vitral
en el que se observan imágenes y sueños.
La concha de mar es parte de lo que deseas,
guarda tus secretos bajo su muralla de concreto marino
protegiéndolos de huracanes y mareas.

II
Te voy a dar conchas de mar
para guardar a nuestro amor bajo el océano,
lo cosecharemos paso a paso
para que cada vez que lo abramos
sea una perla que podamos colgar al cuello tuyo
y que al mirarle en nuestros días
nos enriquezcamos por el amoroso tono de su brillo.

III
Concha de mar
cuida a mi mujer de toda tempestad
de toda muestra belicosa de la madre naturaleza,
protégela de la desidia y de la ausencia,
revélale la fruta marina que deseo,
demuéstrale el inmenso amor con que la quiero,
así sabrá que el encontrarnos es destino.
Platícale a su oído hermoso
y reconocerá en tu voz el amor que le profeso.

IV
Dejo el espacio de las conchas venideras,
las gentes se inclinará a su paso, cegadas por la luz,
será mi forma de abrazar al futuro con una fe maravillosa.

El llanto contenido

Cuando se junta el pulso milenario de los que aman y la sangre se abulta incontenible a punto de salir por cada poro. Cuando se siente al corazón latiendo ausencias y vacíos sobrepuestos con insignia de dolor. Cuando los ojos se llenan de aire a falta de paisajes y un abismo oscuro llena su visión. Cuando se tiene la voz encerrada en un armario y la saliva falta a su función de lubricar. Cuando el estómago se niega al deleite de un bocado y retumba porque lo que necesita no es comer. Cuando las manos comienzan a petrificarse y no reconocen más que el cuerpo ansiado.
Entonces

es momento de volver hacia la infancia, remojar los pies al mar abierto, sentir la brisa, saliva del viento, porque sí; meter los pies bajo una arena que huye, que te mueve el piso y que te lleva, para que a fin de cuentas y con los ojos llenos de mar: el llanto contenido, se libere.

Duro silencio

Qué difícil es este silencio, porque a veces el eco en soledad se torna desagradable al repetirse tanto. Si estuvieras aquí podrías zurcir mis heridas, colocar las gasas por donde gotea la sangre que lleva escrito tu nombre; vendar con sutilezas el abismo en que tú faltas y que tiene tu tamaño y tu figura… Palpar la piel de la que te adueñaste como hiedra para comenzar de nuevo tu reinado; y subsanar los espacios que quedaron sueltos por tu ausencia.
Si estuvieras aquí me darías un beso en la frente porque fue también allí donde golpeé con mi caída. Tomarías la mano que amortiguó el golpe y en donde las piedras dejaron su marca dura. Si estuvieras aquí pondrías una cobija a los pies de mi alma adolorida; a los tirones que quedaron de mi alma sin ti.

Pero sigue siendo duro este silencio, mucho más que la entrada de la espada o el cuchillo, mucho más que la bala ardiente, mucho más que las caídas, mucho más que el puñetazo y que la ira; porque este silencio es la manifestación profunda de tu ausencia.

Palabras que bajan

Las palabras giran al caer,
son hojas que el viento de otoño
infla como burbujas de colores y tamaños diversos,
se truenan al salir de la boca
salpicando las mejillas de los niños.

Hay palabras que bajan en el deshielo de las montañas
inflamando los ríos,
jugueteando con los pececillos.
Cuando las águilas pasan volando por sobre la corriente,
las palabras se ven como pepitas brillantes
del oro con que se conoce al mundo.

Mi palabra te dice,
te nombra,
reclama tu presencia.

Soy una persona muy simple
pero al acompañarme la palabra,
algo cambia, difiere la versión de lo real,
escucho e imagino,
siento vibrar entre las venas las vocales
y las consonantes golpeando con su voz

la boca de mi corazón.

De lo inacabado