martes, 25 de febrero de 2014

Niebla y frío



Niebla y frío.
No es la niebla del misterio
sino tan sólo esa espesura que no deja ver a nadie.
No es el frío que se percibe antes de la madrugada
cuando uno sabe que ya pronto el sol va a amanecer.
Es niebla y frío.
Esa niebla de tener los ojos cerrados,
la de dañar a un amigo,
esa grisácea espuma que aturde.
Ese frío que duele porque nace desde adentro
porque no está afuera entre los campos
sino en las entrañas y los nervios;
en el mismo núcleo de los glóbulos que recorren el cuerpo.

Es niebla y frío.
Esa niebla que le impide a uno verse como es ante el espejo,
la de cataratas y lagañas en el pecho.
Es el frío que duele,
que entra por las casas de madera
y enferma los cuerpos infantiles.
Es niebla salivosa,
un frío de manos muertas,
insoportable niebla,
denso frío.
Niebla y frío.

Frío y niebla.

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