viernes, 25 de octubre de 2013

Allá

Notre-Dame de la Garde
Marseille
Allá donde se acuesta el sol
está mi patria.
Allá tengo raíces
de las que me crecen
sueños ardientes y tranquilos,
dignos de que cualquier inspiración
ponga a sus pies el mejor de los tesoros.

Allá
lo sé
alguien me espera.

Y se escucha ese lenguaje
que me crece desde el fondo
hasta llenarme y salir de mi boca
con cualquier pretexto

Allá tengo la historia
de estas piernas que me sostienen
y donde mis manos tienen ganas de morir.
Allá sí quiero sudar, enfermarme de aire
y estornudar un pulmón,
pedirle los zapatos a la gente que me quiere
y que los lustre un bolero mientras yo los uso.

Romper los cristales de una casa
y con los pedazos armar ventanas diferentes.

Allá…
qué bueno que se acuesta el sol
para que duerma este país
y despierte el mío.

Carta adolescente

No sé
tal vez
con el permiso divino y el humano de tus padres
por la primavera de tu juventud
por la necesidad imperante que me abate
por el gusto de la humedad
por tenerte más cerca de lo normal
y romper con la distancia del aire
para ignorar nuestras raíces
…o para unirlas…
para entender cómo es que me hablas
para marcar la libertad de la elección
que nos hace únicos y hermosos
para ampliar nuestro horizonte
para cumplir con una de las actividades
más antiguas
para tocar el paraíso por pedazos
y tener otra razón para vivir
para que entonces
permitamos al silencio que hable por nosotros
para intercambiar buenos deseos
y felicitaciones atrasadas
porque el otoño también me ha deshojado
porque te veo y quiero
saltar a ti como una fuente
porque dentro de este universo
tú y yo nos hemos encontrado
para que la suerte y el azar
tengan otro pretexto para ser
para convertir otro sueño en realidad
para decirle al mundo que sí se puede
para tener un recuerdo lindo en el futuro
para que sea nuestro tiempo el que comience
para asir a la verdad
y comprobar que existe
para establecer un nuevo borde
que a nosotros no limite
para formar un pequeño pacto
que nos ocupe por instantes
o solamente porque sí
y para que después de este preludio
podamos contarnos, al fin, ese secreto
que sólo se puede decir de boca a boca
y que la gente llama

beso.

Tu olor y el cuarto

 Te has ido.

Y no es este momento,
es cualquier instante en que no estás
cuando me siento desprotegido de tu olor,
crece un abismo en el centro de mi cuerpo
expandiéndose lentamente a mis extremidades
hasta dejarme pobre, inmóvil.

Y nada lo puede superar,
ninguna de estas cosas que veo en el cuarto
llega a interesarme
mi existencia está ligada a ti
a tu olor y a tu sonido
al sol de tu sonrisa que me cubre del frío
y refresca mis noches.

(La única noche que me gusta es la de tu cabello)

Bienaventurado soy por conocer tu olor.

Dónde está?
Resumen mis manos tan simples sin ti
tan insalvablemente inútiles sin ti…

Mientras sucumbo mansamente a llenarme de tu ausencia
cuando la nostalgia me rodea con sus brazos helados
y comienzo a ceder mi cuerpo a la nada
abres la puerta del cuarto y me dices
(con tu olor, siempre con tu olor)

que estás de vuelta.

El gusto de volver a verte

El gusto de volver a verte
pareciera ser innombrable,
tiene júbilo de fiesta
y maravilla de descubrimiento.

Acercándote con tu cabello hermoso
y tu rostro al descubierto
vas avanzando y haciendo
más feliz esta certeza  de volver a verte.

Bella,
aire de bienvenida
tu voz es la canción que más me gusta.
Ninguna fotografía se asemejará a ti
de cerca,
porque tu presencia es el mejor sabor
que se le pudo haber ofrecido
a este gusto de volver a verte.

Verte,
es el eco de ti
y el verbo te incluye en su conjugación
para cobrar nuevo significado:
la acción se realiza porque existes
del mismo modo en que yo me regocijo
con el mundo
por el gusto de volver a verte.

Verte es descubrir todo el sendero
que va de mi playa hasta tu amanecer
es celebrar, después de la sequía,
que llegan las primeras lluvias.
Tener la respuesta
a una vocación tan añorada
comprobar que los primeros trazos
formarán la casa que imagina un arquitecto
es sentir la respiración de la otra persona
antes del beso.
Es ver la luz del día
en la ventana de aquel
que siempre se rehusará a morir...

Pero ahora que lo pienso
me gustaría dejar de verte,
para tener de nuevo

el gusto de volver a verte.

La casita que nunca duerme

Mi familia vive en una casita
donde todo el mundo asiste.
Es una casita de música y muñecos:
elemental para los niños
y de los amigos salvación.

Allí no se pregunta el nombre
para tener un plato en qué comer,
no se distinguen los colores de la piel
ni la tendencia política
(aunque se mire más por la ventana de la izquierda
que es más grande y está en la sala).

Allí siempre se tiende una copa al sediento
y al que nunca tiene sed,
ni más ni menos
pues también.

La casita es el diminutivo con que mi hija
adorna y hace más bella esta mansión,
es la palabra que pienso ahora para estar allá
y oír a mis hermanos discutir
por pequeñeces que ya extraño…

Casita suena lindo,
pequeño,
reconfortante a hogar.
Casita suena a corazón que late
a mujeres, poesías y canciones allí escritas.

Casita sueña también…

Casita tiene el sonido de mil experiencias
y encuentros encerrados en tan poco,
como un barril pequeño que no tiene fondo.
Quién no ha ido a tomarse un trago allí?
Cuántos no han ido a dormir a su calor?
Haber ido a curarse o a curar?
A oír una canción al amparo de la serenata?
Quién no se ha llevado a este cantor?
Aprender, ser escuchado y escuchar?
Echarle un ojo a los chiquillos?
Con los amigos a reunirse y no dormir?
Con la familia?
O simplemente para estar?

Hoy que ya es de noche aquí en Francia,
quiero una frita con frijoles y queso
que mientras mi madre la prepara
oiré desde lejos
esa vocecita que me dice al corazón:
“A tu casita papá,
vamos a tu casita!”

Agua estancada

Estoy en Europa y no tengo dirección alguna
estoy estancado como agua de hace mucho tiempo
echándome a perder.

No tengo sueños.
Estoy malpasándome de un mal pasado
anhelando lo que nunca va a volver.

Quiero regresar a México a mi cama chica
a mi pequeña casa llena de familia
porque estoy perdido, desorientado,
desolado, vacío.

No me encuentro en este rostro moreno
que se asoma al espejo de vez en cuando,
en esta cara de anciano
en estas manos que tan poco hacen
en este corazón que por inercia late.

¿Dónde encontraré mi salvación?
¿Hasta cuándo tendré paz y
renovaré mi amor y mi alegría?
¿Hasta cuándo dios, hasta cuándo?
Porque este charco sucio y triste
me cerca, ahogándome,
porque esta derrota que nadie ve
me está derritiendo,
soy yo cayéndome en pedazos
que nadie mira.

Estoy harto de este juego de soledad
en el que siempre salgo perdiendo,
estoy pisoteado, queriendo llorar
un llanto que no me sale,
tratando de dormir la paz de un sueño
que nunca alcanzo,
muriendo una muerte que no acaba
y va en camino de subida.

No quiero ser este saco de piel que
carga huesos y órganos día con día
llevándolos a la nada.

¿Hasta cuándo?

Habré de decir

 Habré de decir que soy la foto
la pequeña imagen del buró
el profundo aliento de ti
de aquella vida que llamamos nuestra.

Habré de decir
aunque me ardan los ojos
que tenía miedo,
pero ese miedo, hoy,
me hace los mandados.

Habré de decir
que tú conoces mí
más que nostalgia
que vives una vida ajena a mí
y tan cercana.

Habré de decir
que un hombre como yo
deberá aprender a ser callado
y dormir como ahora
en un profundo
largo
            largo
                        sueño…
(Sueño de ti que sueño,
que sueño y sueño de ti

que sueño).

Mujer otoñal

Te he visto tantas veces que te conozco.
Tus ojos de uva, el jugo de tu mirada,
las espigas de tu cabello de otoño
que caen sobre tus hombros blancos
escarchados de juventud.

Te he visto y te aseguro que te conozco
tierna de agua fresca
de tus manos movidas tras el viento
para después reposar colgadas de ti
desafiando a la fuerza innata de la Tierra.

Sé que esperarás con calma un nuevo amanecer después del frío,
que harás brotar de ti la flor primera del amor,
el sueño a perseguir
el húmedo contacto a cuatro labios,
dos personas enlazadas por el bien a compartir.

…y entre más te veo más te conozco
floreces en mí y te haces verso
te escribo y me perfumas.

Habrá un día en que te piense tanto
que te quedarás en mí como se queda el sol
cuando se le mira de frente
y así,
sólo bastará
cerrar mis ojos

para verte. 

De lo inacabado