Uno tiene frío y no duerme.
Uno lleva la verdad bajo la
sábana,
se tapa con la cobija de
la noche
pero no duerme.
El paraíso se guarda en
una bola de cristal
en un souvenir que queda
inmóvil con el tiempo
hasta que alguien llega, lo
agita
y la vida vuelve a su lugar.
Uno es el hijo de la presa
que desborda
del canal que todas las
tierras moja
de la flor de león
que explota entre las
palmas al aire.
Uno puede tener cara de
bueno
y a veces
hasta serlo en realidad.
Uno puede ser feliz
verdaderamente
porque la felicidad no es
una meta terminal
sino un estado repetible
de olas marinas
sucesivo, asequible.
Uno espera el mejor
momento:
lo repite para sí
lo guarda día con día;
pero el mejor momento es
este
para sonreír, para
enamorarse, para agradecer.
Es éste y nada más.
Uno debe crecer:
crecer es el primer paso
para tener.
Uno debe sentir:
sentir es el primer paso
para amar.
Uno debe reconocer:
y entonces, reconocerse
será el primer paso para ser.
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