miércoles, 27 de noviembre de 2013

Homenaje


A mi padre Everardo.
Hoy que me quito mi reloj como si nada
y que en este atardecer hay una sombra,
con el tiempo de mi infancia me compenso
porque ser feliz también es recordar.

Yo que aprendí a leer
como aquel que se reconoce las manos
y que aprendí a saber
que la muerte es sólo un paso.
Yo que lo mucho o lo poco que sé
se lo debo a tu devoción por la lectura
si vieras cómo me acompañas en cada libro…
Hoy que no tengo miedo
y que sé lo que es una aventura
y que estoy al borde del cabello
de una buena mujer
que ningún demonio tocará este homenaje
que tu voz retumbará como el más perfecto eco
en las paredes de mi cuerpo
porque aún con tus años
me sigues cubriendo al día
obsequiándome el cantar de ti
que también es oración y carne.

Yo quisiera que a cualquier lector de esto
tu recuerdo los enviase a la memoria
de su propio padre y que sonrieran
o que tuvieras un vocablo dedicado para mi piel
que si yo no estoy
estás en mi distancia
y si estoy;
congraciado con el mundo
me alegraré de verte.

Desde este lugar distinto de mi lengua
te dedico mi momento de dormir
y mi homenaje
con todos los sueños que pueda yo abarcar
con todo lo que no alcanzo ni a pensar.

Viejo de mí,
el tiempo nos brota en la cara y nos reclama
tantos momentos en que no nos hemos abrazado
pero ya tenemos arrugas para enfrentarlo y
decirle que a su paso nuestro amor sigue existiendo.

Yo no puedo decir todo a mis queridos
mi sentimiento me rebasa
y su cauce me ahoga en sus orillas
pero te digo y te tengo, padre,
y tenerte es tener de alguna forma
la dulce paternidad en que me santifico.

Bonito dios
que nos hizo padres y nos tenemos
bonito dios.

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